Mensaje de la Conferencia Episcopal de Guatemala
DISCÍPULOS MISIONEROS MÁRTIRES
Con ocasión de la beatificación del padre Tulio Maruzzo, ofm
y del laico Luis Obdulio Arroyo en el Vicariato Apostólico de Izabal
Al pueblo católico de Guatemala y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
1. Queremos comunicarles con mucha alegría la próxima beatificación de dos mártires del Vicariato Apostólico de Izabal, que Dios mediante, se realizará el día 27 de octubre del presente año en Morales, Izabal. Como obispos de la Conferencia Episcopal de Guatemala queremos hacernos por ello portadores de nuestra profunda gratitud a Dios.
2. Ese día la Iglesia reconocerá oficialmente el martirio del P. Tulio Maruzzo, fraile franciscano y del laico Luis Obdulio Arroyo Navarro. El P. Tulio nació en Italia y llegó a nuestra Iglesia con la fuerza del Evangelio en su corazón para servir hasta su muerte en tierras de Izabal. Luis Obdulio, nativo de Izabal, fue cursillista de cristiandad, miembro de la tercera orden franciscana y colaborador incansable de la Iglesia desde su parroquia de Quiriguá. Los dos fueron asesinados el 1 de julio de 1981 cuando regresaban juntos después de ayudar a varios matrimonios para que pudieran llegar a sus hogares.
3. En sus vidas contemplamos a dos servidores del Evangelio, discípulos, misioneros y testigos incansables de Jesús y de su proyecto: el anuncio del Reino de Dios.
4. Qué importante es contemplar la vida, misión y muerte de estos dos testigos de la fe en una tierra de mártires como lo es el Vicariato Apostólico de Izabal y contemplarlos con toda la gratitud y belleza de dos vidas entregadas por el nombre de Jesús (Mt 24,9) en el anuncio del Evangelio.
5. El padre Tulio Maruzzo desde niño eligió seguir a Jesús en trando en la Orden Franciscana, donde la espiritualidad del Poverello de Asís, lo preparó con reciedumbre interior para asumir el proyecto de ser misionero, dejando casa y familia, para ir más allá de las fronteras de su patria, y salir con un corazón abierto a servir a Dios entre los más pobres de Guatemala. ¡Cuántas veces daría gracias por su vocación misionera y por haber recibido el don de anunciar el Evangelio y saber que Dios lo había juzgado digno de confianza al encomendarme tan precioso ministerio! (cf. 1Tim 1, 12).
6. Dios fue preparando el corazón de nuestro hermano Luis Obdulio Arroyo Navarro, desde que recibió las aguas del bautismo. Fue creciendo para ser un verdadero servidor de la Iglesia, atento a las necesidades de quienes vivían dedicados a tiempo completo en el anuncio del Evangelio. Varias veces le dijeron que la cercanía con los sacerdotes de la parroquia podría atraerle toda clase de peligros. Consciente de esta realidad, encomendó a Dios su misión y le pedía diariamente que le concediera fuerzas para ser fiel al Espíritu de santidad que lo movía por dentro. En su vida encontramos reflejos de la del profeta Jeremías, que sentía cómo la misión de Dios le quemaba dentro de sus propios huesos (cf., Jer 20, 7-11), y no podía apartarse de una llamada interior, sabiendo que era Dios quien lo acompañaba. Nunca se le vio presumir de sus buenas obras, fue consciente de que todo era un don de Dios (cf., Ef 2, 8-9), y perseveró hasta el final, hasta derramar su sangre en fidelidad a Jesús.
7. ElP. Tulio y Luis Obdulio murieron juntos cumpliendo una misión de servicio; eran hombres de fe, hombres de oración, hombres fieles a Dios y llenos de su amor. Eran hombres desprendidos totalmente de sus propios intereses y sabían que pertenecían a Dios. Con su ejemplo llevaron vida a las comunidades cristianas de Izabal, por más apartadas que estuvieran; no pusieron su confianza en las riquezas, ni los halagos del mundo fueron capaces de torcer su camino. Eran pobres, débiles en su fragilidad humana, no temieron las amenazas ni buscaron una protección segura. Nunca perdieron la libertad del verdadero servidor del Evangelio. Caminaban con la cruz, es cierto, pero ¿quién como ellos puede decir con mayor autenticidad “mi vivir es Cristo y la muerte una ganancia”? (cf., Fil 2, 21). Como los Primeros Cristianos
8. Sus vidas nos hablan de Dios, no por la fuerza o el atrevimiento temerario de su trabajo sino más bien por la humildad con la que comunicaban a todos aquella convicción de la que los Apóstoles dieron testimonio: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29) y ellos bien podían decir: “esto lo hacemos porque sabemos de quien nos hemos fiado” (2 Tim. 1,12).
9. Nos alegra contemplar la vida de nuestros hermanos mártires que permanecieron firmes en la fe en los momentos de prueba, convencidos de una verdad profunda en la vida de todo cristiano: “No te dejes vencer por el mal; por el contrario, vence al mal a fuerza de bien” (Rom 12, 21). Esta convicción los llevó a enfrentar muchas dificultades, sobre todo la más dura: vivir y trabajar conscientes de que estaban amenazados por hacer el bien, y que, en cualquier momento, podían ser víctimas del odio de quienes habían puesto su tesoro en las cosas de este mundo y en el imperativo de un sistema de violencia.
10.La vida de todo ser humano es sagrada y la vida de todo bautizado está llamada a la santidad, meta de nuestro peregrinar en esta tierra. Por eso podemos afirmar, con plena convicción, que la vocación de todo cristiano es la santidad.
La Iglesia sigue sembrando el Evangelio
11.Al volver los ojos a nuestra historia, y contemplar la vitalidad cristiana del Vicariato Apostólico de Izabal, en medio de las dificultades de la gente que no faltan en la vida diaria, no podemos dejar de ver a una “gran nube de testigos” (cf., Hb 12, 1), delegados de la Palabra y catequistas, que fueron fieles hasta el final, y nos confirman en la verdad del Evangelio: “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Después de comprobar que antes y después del P. Tulio Maruzzo y Luis Obdulio, hay muchísimos miembros de la Iglesia que fueron sacrificados en una persecución en que la justicia y la búsqueda de dignidad eran confundidas y manipuladas por un sistema de pecado fundado en la fuerza de las armas y la codicia del dinero, no podemos más que declarar: La Iglesia que peregrina en Izabal, es una tierra de mártires.
12.La celebración que lleva a nuestros hermanos a los altares nos muestra la sencillez del proceder de Dios. No honramos a dos personas por la heroicidad de su fortaleza física ni por sus grandes realizaciones humanas, tan del gusto del sistema vacío de valores que se va imponiendo actualmente en los medios de comunicación o en la publicidad de productos, que pretenden únicamente convertir al ser humano en un objeto de consumo. No está aquí la santidad de nuestros hermanos. Ellos, remando a contracorriente, nos han hecho ver que la Palabra de Dios no está encadenada (2Tim 2, 9), y, como Jesús, nos muestran la fuerza de la semilla sembrada, que con el tiempo va dando fruto. Su misión de discípulos nos muestra dónde está la verdadera fortaleza del cristiano que sabe bien de quién se ha fiado: “Todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza” (Fil 4, 13); más aún, en nuestros hermanos mártires se cumple el ideal de San Pablo, misionero de los gentiles: “...me complazco en soportar por Cristo debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Cor 12, 10).
13.En medio de la pobreza y la debilidad, la Iglesia sigue realizando su misión. Como nos dice el Papa Francisco: “Allí donde la violencia engendra violencia, y la violencia siembra muerte, nuestra respuesta debe ser la levadura del Evangelio que, sin hacer el juego a la lógica de la fuerza, ofrece frutos de vida también en la tierra árida, ofrece el amanecer de la esperanza después de las noches de terror” (Papa Francisco, 27 de enero de 2017).
La gran nube de testigos
14.Lo que sucedió entonces en Izabal también ocurrió en tantas otras partes de la geografía guatemalteca. El año pasado fue beatificado el P. Stanley Rother, párroco de Santiago Atitlán en Sololá, que fue martirizado el mismo mes que nuestros dos mártires de Izabal. Nuestra Iglesia es una Iglesia de mártires ha afirmado el papa Francisco. Esta palabra, se cumple hoy en una parcela de la Iglesia, como es el Vicariato Apostólico de Izabal, en donde se cometieron tantos atropellos contra la vida humana y fueron sacrificados verdaderos sembradores del Evangelio. En el juicio de Dios aparecerá el resplandor de la verdad de estos testigos de la fe (Sabiduría 3,1-7).
15.Queremos hacer memoria agradecida de cuantos han sufrido el martirio, dando su vida en fidelidad a Jesús. Ellos son la riqueza de la Iglesia, llena de limitaciones y pecados en sus miembros pero siempre llena de la presencia del Espíritu Santo que la guía y conduce en medio de las persecuciones. La Iglesia encuentra que los testigos del Evangelio son su mejor voz. Algunos de ellos son conocidos y otros muchos desconocidos, a quienes el Papa Francisco llama “mártires escondidos”. Son hombres y mujeres que, fieles a la voz del Espíritu, buscan caminos nuevos para ayudar a los hermanos y son calumniados, perseguidos y víctimas de sospechas y prejuicios (cfr. Homilía del Papa Francisco, 22 abril 2017).
16.Queridos hermanos: El recuerdo de estos testigos de la fe, que no antepusieron nada al amor de Cristo, nos interpela en el caminar de nuestra Iglesia y en el testimonio de nuestras comunidades. Su testimonio nos llama a la fidelidad y a la gozosa convicción de saber de quién nos hemos fiado (2Tim 1,12). Su entrega generosa, hasta derramar la sangre, mantiene viva la esperanza de unos cielos nuevos y una tierra nueva. Su dedicación a los últimos, nos muestra qué identificados estaban con los sentimientos de Jesús. Su trabajo en medio de la selva y los bosques tropicales, nos muestra cuánta sabiduría había en sus corazones para buscar a Dios. El arriesgarlo todo contra toda evidencia, nos muestra la grandeza de su fe, que los llevó hasta dar la vida.
17.Estos dos bienaventurados nos presentan el vivo rostro de la Iglesia que queremos construir, como discípulos y misioneros en esta tierra tan llena de los dones del amor de Dios. Queremos una Iglesia comunidad de comunidades, fermento de Evangelio que sirva y ame y que sea anuncio de las promesas de Dios. Tulio y Luis Obdulio nos enseñan a amar a los pobres y luchar por sus derechos, como verdadera encarnación del rostro de Dios, pues su imagen resplandece en el corazón de todos, desde los niños hasta los ancianos. Ellos nos muestran cómo se construye una Iglesia en salida, hogar y casa común de todos, de puertas abiertas y constructora de la paz.
18.Nos preparamos a una gran fiesta que deseamos sea un día de gracia para toda la Iglesia de Guatemala. El día 27 de octubre el Vicariato Apostólico de Izabal estará reunido junto a sus mártires y con él todas las Iglesias particulares de nuestra querida y sufrida patria: Guatemala. Viviremos y vivimos ya desde ahora una fiesta de gratitud. Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres. María, Reina de los mártires, sostén nuestro caminar y danos fortaleza y entusiasmo para hacer lo que Jesús tu Hijo nos pide hacer.
Guatemala, septiembre de 2018.
DISCÍPULOS MISIONEROS MÁRTIRES
Con ocasión de la beatificación del padre Tulio Maruzzo, ofm
y del laico Luis Obdulio Arroyo en el Vicariato Apostólico de Izabal
Al pueblo católico de Guatemala y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
1. Queremos comunicarles con mucha alegría la próxima beatificación de dos mártires del Vicariato Apostólico de Izabal, que Dios mediante, se realizará el día 27 de octubre del presente año en Morales, Izabal. Como obispos de la Conferencia Episcopal de Guatemala queremos hacernos por ello portadores de nuestra profunda gratitud a Dios.
2. Ese día la Iglesia reconocerá oficialmente el martirio del P. Tulio Maruzzo, fraile franciscano y del laico Luis Obdulio Arroyo Navarro. El P. Tulio nació en Italia y llegó a nuestra Iglesia con la fuerza del Evangelio en su corazón para servir hasta su muerte en tierras de Izabal. Luis Obdulio, nativo de Izabal, fue cursillista de cristiandad, miembro de la tercera orden franciscana y colaborador incansable de la Iglesia desde su parroquia de Quiriguá. Los dos fueron asesinados el 1 de julio de 1981 cuando regresaban juntos después de ayudar a varios matrimonios para que pudieran llegar a sus hogares.
3. En sus vidas contemplamos a dos servidores del Evangelio, discípulos, misioneros y testigos incansables de Jesús y de su proyecto: el anuncio del Reino de Dios.
4. Qué importante es contemplar la vida, misión y muerte de estos dos testigos de la fe en una tierra de mártires como lo es el Vicariato Apostólico de Izabal y contemplarlos con toda la gratitud y belleza de dos vidas entregadas por el nombre de Jesús (Mt 24,9) en el anuncio del Evangelio.
5. El padre Tulio Maruzzo desde niño eligió seguir a Jesús en trando en la Orden Franciscana, donde la espiritualidad del Poverello de Asís, lo preparó con reciedumbre interior para asumir el proyecto de ser misionero, dejando casa y familia, para ir más allá de las fronteras de su patria, y salir con un corazón abierto a servir a Dios entre los más pobres de Guatemala. ¡Cuántas veces daría gracias por su vocación misionera y por haber recibido el don de anunciar el Evangelio y saber que Dios lo había juzgado digno de confianza al encomendarme tan precioso ministerio! (cf. 1Tim 1, 12).
6. Dios fue preparando el corazón de nuestro hermano Luis Obdulio Arroyo Navarro, desde que recibió las aguas del bautismo. Fue creciendo para ser un verdadero servidor de la Iglesia, atento a las necesidades de quienes vivían dedicados a tiempo completo en el anuncio del Evangelio. Varias veces le dijeron que la cercanía con los sacerdotes de la parroquia podría atraerle toda clase de peligros. Consciente de esta realidad, encomendó a Dios su misión y le pedía diariamente que le concediera fuerzas para ser fiel al Espíritu de santidad que lo movía por dentro. En su vida encontramos reflejos de la del profeta Jeremías, que sentía cómo la misión de Dios le quemaba dentro de sus propios huesos (cf., Jer 20, 7-11), y no podía apartarse de una llamada interior, sabiendo que era Dios quien lo acompañaba. Nunca se le vio presumir de sus buenas obras, fue consciente de que todo era un don de Dios (cf., Ef 2, 8-9), y perseveró hasta el final, hasta derramar su sangre en fidelidad a Jesús.
7. ElP. Tulio y Luis Obdulio murieron juntos cumpliendo una misión de servicio; eran hombres de fe, hombres de oración, hombres fieles a Dios y llenos de su amor. Eran hombres desprendidos totalmente de sus propios intereses y sabían que pertenecían a Dios. Con su ejemplo llevaron vida a las comunidades cristianas de Izabal, por más apartadas que estuvieran; no pusieron su confianza en las riquezas, ni los halagos del mundo fueron capaces de torcer su camino. Eran pobres, débiles en su fragilidad humana, no temieron las amenazas ni buscaron una protección segura. Nunca perdieron la libertad del verdadero servidor del Evangelio. Caminaban con la cruz, es cierto, pero ¿quién como ellos puede decir con mayor autenticidad “mi vivir es Cristo y la muerte una ganancia”? (cf., Fil 2, 21). Como los Primeros Cristianos
8. Sus vidas nos hablan de Dios, no por la fuerza o el atrevimiento temerario de su trabajo sino más bien por la humildad con la que comunicaban a todos aquella convicción de la que los Apóstoles dieron testimonio: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29) y ellos bien podían decir: “esto lo hacemos porque sabemos de quien nos hemos fiado” (2 Tim. 1,12).
9. Nos alegra contemplar la vida de nuestros hermanos mártires que permanecieron firmes en la fe en los momentos de prueba, convencidos de una verdad profunda en la vida de todo cristiano: “No te dejes vencer por el mal; por el contrario, vence al mal a fuerza de bien” (Rom 12, 21). Esta convicción los llevó a enfrentar muchas dificultades, sobre todo la más dura: vivir y trabajar conscientes de que estaban amenazados por hacer el bien, y que, en cualquier momento, podían ser víctimas del odio de quienes habían puesto su tesoro en las cosas de este mundo y en el imperativo de un sistema de violencia.
10.La vida de todo ser humano es sagrada y la vida de todo bautizado está llamada a la santidad, meta de nuestro peregrinar en esta tierra. Por eso podemos afirmar, con plena convicción, que la vocación de todo cristiano es la santidad.
La Iglesia sigue sembrando el Evangelio
11.Al volver los ojos a nuestra historia, y contemplar la vitalidad cristiana del Vicariato Apostólico de Izabal, en medio de las dificultades de la gente que no faltan en la vida diaria, no podemos dejar de ver a una “gran nube de testigos” (cf., Hb 12, 1), delegados de la Palabra y catequistas, que fueron fieles hasta el final, y nos confirman en la verdad del Evangelio: “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Después de comprobar que antes y después del P. Tulio Maruzzo y Luis Obdulio, hay muchísimos miembros de la Iglesia que fueron sacrificados en una persecución en que la justicia y la búsqueda de dignidad eran confundidas y manipuladas por un sistema de pecado fundado en la fuerza de las armas y la codicia del dinero, no podemos más que declarar: La Iglesia que peregrina en Izabal, es una tierra de mártires.
12.La celebración que lleva a nuestros hermanos a los altares nos muestra la sencillez del proceder de Dios. No honramos a dos personas por la heroicidad de su fortaleza física ni por sus grandes realizaciones humanas, tan del gusto del sistema vacío de valores que se va imponiendo actualmente en los medios de comunicación o en la publicidad de productos, que pretenden únicamente convertir al ser humano en un objeto de consumo. No está aquí la santidad de nuestros hermanos. Ellos, remando a contracorriente, nos han hecho ver que la Palabra de Dios no está encadenada (2Tim 2, 9), y, como Jesús, nos muestran la fuerza de la semilla sembrada, que con el tiempo va dando fruto. Su misión de discípulos nos muestra dónde está la verdadera fortaleza del cristiano que sabe bien de quién se ha fiado: “Todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza” (Fil 4, 13); más aún, en nuestros hermanos mártires se cumple el ideal de San Pablo, misionero de los gentiles: “...me complazco en soportar por Cristo debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte” (2Cor 12, 10).
13.En medio de la pobreza y la debilidad, la Iglesia sigue realizando su misión. Como nos dice el Papa Francisco: “Allí donde la violencia engendra violencia, y la violencia siembra muerte, nuestra respuesta debe ser la levadura del Evangelio que, sin hacer el juego a la lógica de la fuerza, ofrece frutos de vida también en la tierra árida, ofrece el amanecer de la esperanza después de las noches de terror” (Papa Francisco, 27 de enero de 2017).
La gran nube de testigos
14.Lo que sucedió entonces en Izabal también ocurrió en tantas otras partes de la geografía guatemalteca. El año pasado fue beatificado el P. Stanley Rother, párroco de Santiago Atitlán en Sololá, que fue martirizado el mismo mes que nuestros dos mártires de Izabal. Nuestra Iglesia es una Iglesia de mártires ha afirmado el papa Francisco. Esta palabra, se cumple hoy en una parcela de la Iglesia, como es el Vicariato Apostólico de Izabal, en donde se cometieron tantos atropellos contra la vida humana y fueron sacrificados verdaderos sembradores del Evangelio. En el juicio de Dios aparecerá el resplandor de la verdad de estos testigos de la fe (Sabiduría 3,1-7).
15.Queremos hacer memoria agradecida de cuantos han sufrido el martirio, dando su vida en fidelidad a Jesús. Ellos son la riqueza de la Iglesia, llena de limitaciones y pecados en sus miembros pero siempre llena de la presencia del Espíritu Santo que la guía y conduce en medio de las persecuciones. La Iglesia encuentra que los testigos del Evangelio son su mejor voz. Algunos de ellos son conocidos y otros muchos desconocidos, a quienes el Papa Francisco llama “mártires escondidos”. Son hombres y mujeres que, fieles a la voz del Espíritu, buscan caminos nuevos para ayudar a los hermanos y son calumniados, perseguidos y víctimas de sospechas y prejuicios (cfr. Homilía del Papa Francisco, 22 abril 2017).
16.Queridos hermanos: El recuerdo de estos testigos de la fe, que no antepusieron nada al amor de Cristo, nos interpela en el caminar de nuestra Iglesia y en el testimonio de nuestras comunidades. Su testimonio nos llama a la fidelidad y a la gozosa convicción de saber de quién nos hemos fiado (2Tim 1,12). Su entrega generosa, hasta derramar la sangre, mantiene viva la esperanza de unos cielos nuevos y una tierra nueva. Su dedicación a los últimos, nos muestra qué identificados estaban con los sentimientos de Jesús. Su trabajo en medio de la selva y los bosques tropicales, nos muestra cuánta sabiduría había en sus corazones para buscar a Dios. El arriesgarlo todo contra toda evidencia, nos muestra la grandeza de su fe, que los llevó hasta dar la vida.
17.Estos dos bienaventurados nos presentan el vivo rostro de la Iglesia que queremos construir, como discípulos y misioneros en esta tierra tan llena de los dones del amor de Dios. Queremos una Iglesia comunidad de comunidades, fermento de Evangelio que sirva y ame y que sea anuncio de las promesas de Dios. Tulio y Luis Obdulio nos enseñan a amar a los pobres y luchar por sus derechos, como verdadera encarnación del rostro de Dios, pues su imagen resplandece en el corazón de todos, desde los niños hasta los ancianos. Ellos nos muestran cómo se construye una Iglesia en salida, hogar y casa común de todos, de puertas abiertas y constructora de la paz.
18.Nos preparamos a una gran fiesta que deseamos sea un día de gracia para toda la Iglesia de Guatemala. El día 27 de octubre el Vicariato Apostólico de Izabal estará reunido junto a sus mártires y con él todas las Iglesias particulares de nuestra querida y sufrida patria: Guatemala. Viviremos y vivimos ya desde ahora una fiesta de gratitud. Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres. María, Reina de los mártires, sostén nuestro caminar y danos fortaleza y entusiasmo para hacer lo que Jesús tu Hijo nos pide hacer.
Guatemala, septiembre de 2018.