Papa número 47 de la Iglesia Católica. Simplicio, quien sucedió al Papa Hilario, gobernó al Pueblo de Dios en la tierra entre los años 468 y 483.
Se trata de una figura clave de la historia de la Iglesia, porque durante su pontificado se produjo la caída y fin del imperio romano de Occidente (476), en momentos en que el emperador Rómulo Augústulo fue depuesto por Odoacro, rey de la tribu germánica de los hérulos.
Una Iglesia sin el apoyo imperial
Aquellos fueron tiempos de grandes cambios para los cristianos. Precisamente en ese contexto Simplicio se convirtió en un férreo defensor de la autoridad de la Sede de Pedro y la independencia de la Iglesia Católica respecto del poder político, sobre todo porque desde Bizancio (imperio romano de Oriente) llegaban señales que invitaban a la unificación del fuero político con el religioso.
Esa unificación del poder espiritual con el poder temporal era algo que suscitaba dudas y polémica, ya que se entendía que la Iglesia no debía estar sujeta a otro orden que no fuese el que proviene de Dios.
A la par, el Papa Simplicio tuvo que salir al paso de los problemas doctrinales originados por la herejía monofisita del siglo V. Esta postulaba que Jesucristo poseía una única naturaleza: la divina, rechazando su humanidad.
En el año 476, el usurpador Flavio Basilisco se apoderó del trono de Zenón, emperador romano de Oriente, y mandó publicar un edicto de carácter religioso rechazando el Concilio de Calcedonia, realizado en 451, 25 años antes. En este Concilio se había condenado el monofisismo.
Simplicio rechazó el edicto de Basilisco por considerarlo una intromisión del poder temporal en asuntos de la Iglesia, y tomó una serie de medidas para garantizar que se enseñe y divulgue la verdadera doctrina sobre Cristo, contenida en las definiciones del Concilio.
Sin perder tiempo, inició una comunicación epistolar con Acacio, obispo de Constantinopla, y con el mismo Flavio Basilisco, exhortándolos a mantenerse fieles a la enseñanza heredada de los Apóstoles.
“Esta misma norma de doctrina apostólica se mantiene firmemente por sus sucesores -los de Pedro-, a quien el Señor confió el cuidado de todo el rebaño de ovejas, a quien prometió no dejarle hasta el fin de los tiempos”, escribió el Papa santo el 10 enero del año 476.
Urbi et Orbi
El santo no solo miró a Oriente; en Europa Occidental se preocupó por nombrar obispos que fueran celosos guardianes de la unidad de la Iglesia, capaces de aclarar cuestiones doctrinales. Entre sus decisiones más importantes estuvo el nombramiento de un obispo como su representante plenipotenciario.
Fuente: Aciprensa